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Torrado: «Sería fantástico que pudiéramos tener un lugar donde se muestre en forma específica el diseño y toda su agenda: esto lograría poner en valor su calidad, su historia y su influencia en nuestra cultura»

El consultor de Fundación IDA en el área de Diseño Arquitectónico argumenta acerca de la importancia del “sentido común” a la hora de diseñar y de la relevancia de las colecciones de diseño para entender los móviles e intereses detrás de cada producción.

Martín Torrado es Director General de Proyectos de Arquitectura y Urbanismo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y dirige junto a Ligia Gaffuri el estudio Torrado Arquitectos. Con esta oficina, resultó ganador de concursos como los destinados a la Ampliación del Museo Nacional de Bellas Artes y la Terminal de Ómnibus de Tucumán y participó en bienales nacionales e internacionales. Fue docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Palermo y, actualmente, es profesor en la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Torcuato Di Tella. Es coautor de Patrimonio Moderno 1940-50-60 (Buenos Aires, Universidad de Palermo, 2012), una exhaustiva catalogación de más de doscientos edificios de vivienda de la ciudad de Buenos Aires distinguida con el Primer Premio en Investigación de la Bienal SCA-CPAU (2012). En esta oportunidad, el arquitecto responde las preguntas de la sección Opinión Experta del Old&Newsletter de septiembre y expone sus certezas y anhelos sobre el pasado, el presente y el futuro de la disciplina.

–¿Cuál es su experiencia con el diseño?
–Como arquitecto, mi aproximación al diseño es múltiple. La disciplina implica diseño. El diseño lleva intrínseco un proyecto en su más amplia concepción, por lo cual el acto de proyectar es común a todos. Las estrategias proyectuales son la base de todo objeto de cualquier escala o tamaño. Todo diseño es proyecto, y proyectar significa pensar con anticipación.

–¿Qué debe tener una pieza para ser considerada un buen diseño?
–El buen diseño solo tiene una condición: el sentido común. Se entiende por sentido común a todo aquello práctico, espontáneo, no personal, y atemporal.

–¿Existe una identidad en el “diseño argentino”? ¿hay un solo “diseño argentino”?
–El diseño es universal, pero lo que lo caracteriza son los medios de producción y su entorno. Por ejemplo, el clima y las costumbres pueden hacer entender y disfrutar de una manera particular la galería orientada al noreste de una pequeña casa en La Pampa o, de una forma muy distinta, la misma galería en una vivienda vernácula de Oslo. Ambas forman parte del diseño de la vivienda, pero se activan por su entorno y su producción. Lo mismo pasa en todos los objetos: no es lo mismo un sacacorchos en la ciudad de Mendoza que ese mismo objeto en Moscú.
Existe, por lo tanto, un diseño argentino muy característico, sencillo pero no minimalista, rudo pero no puro, básico, no cargado y de gran influencia cultural y de tradición vernácula. Un claro ejemplo es el sillón de mimbre (1954) de Horacio Baliero, para mí, una de las piezas de mobiliario mas interesantes producidas durante la década del 50.

–¿El diseño es valorado socialmente en Argentina?
–Entiendo que socialmente siempre fue valorado el diseño de diferentes formas según la realidad histórica. Hoy la información, la globalización y la oferta sobrepasan la capacidad crítica y confunden el valor del buen diseño y su verdadero fin.

–¿Cuál es la importancia de los archivos y las colecciones patrimoniales de diseño?
–Claramente, sin una conservación patrimonial de archivo es imposible proyectar hacia el futuro. No solo son clave el conocimiento y los productos finales, sino también los procesos, los proyectos desechados, las búsquedas. El peso que conforman las colecciones completas –con sus archivos, bocetos, procesos y bibliografías– permiten comprender los intereses y las agendas detrás de la producción definitiva.

–¿Por qué sería necesario resguardar la memoria del diseño?
–Resguardar la memoria del diseño es clave para engrosar el acervo cultural. El diseño en todas sus variantes representa nuestras costumbres, nuestros usos, nuestro clima, nuestro entorno inmediato.

–¿Qué condiciones debería tener una institución para hacerlo?
–La principal condición de una institución para resguardar la memoria del diseño es la responsabilidad. No tengo dudas de que en Fundación IDA la responsabilidad barre todos los aspectos y los ámbitos de trabajo. Desde la conservación, la curaduría y la difusión, demuestran ese compromiso y ese esfuerzo permanente que los hizo crecer en forma exponencial estos últimos años.

–¿Por qué en Argentina, a diferencia del resto del mundo, casi no existen espacios museísticos que le otorguen un lugar al diseño?
–En nuestro país los museos siguen los cánones de fines de 1800, de galerías de exposición de obras de arte estáticas. Hoy los museos se han transformado en verdaderos centros culturales, en lugares de reunión, en generadores de información, de exposiciones temporarias y temáticas; sus tiendas de exhibición de productos y catálogos son, en sí mismas, pequeñas vidrieras de diseño dentro del marco de cada institución. Sería fantástico que pudiéramos tener un lugar donde se muestre en forma específica el diseño, en toda su agenda. Esto lograría poner en valor la calidad del diseño, la historia y su influencia en nuestra cultura.

–¿Cuáles son los desafíos de la comunidad del diseño para el futuro?
–En vista al futuro, los diseñadores debemos ajustar nuestro foco, y evitar la subjetividad para destacarnos. En ese camino anónimo, de retracción, donde pasamos totalmente desapercibidos, debemos potenciar nuestra capacidad de neutralidad y eficiencia.