Samar: «Dejando de lado las ‘propuestas forzadas’, en Argentina se está generando un diseño que comienza a legitimarse y a mostrarse como resultante de la diversidad que existe en nuestro territorio»
La arquitecta, docente e investigadora cordobesa Lidia Samar analiza la compleja relación que existe entre el ámbito educativo, el profesional y el productivo.
Lidia Samar se recibió como arquitecta en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y como magíster en Planificación y Gestión educacional en la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile. En la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la UNC, es profesora de Historia de la Arquitectura, Historia del Diseño Industrial y de la carrera de especialización de Diseño de muebles, además de dirigir el posgrado en Enseñanza Universitaria de la Arquitectura y el Diseño.
Es coautora de El diseño industrial en la historia (Córdoba, Ediciones TEC, 1994), Osvaldo Pons (Córdoba, I+P, 2001), Cuando el patrimonio se convierte en fuente de revitalización: el caso del norte cordobés (Córdoba, FAUD-UNC, 2006) y Cuando la idea se construye: procesos de diseño en la arquitectura de los siglos XIX y XX (Córdoba, Color Magenta Gráfica, 2006), entre otros, y escribe asiduamente artículos sobre diseño industrial y patrimonio cultural en revistas y publicaciones especializadas. En esta oportunidad, participa de la sección “Opinión Experta” del Old&Newsletter de julio y expone acerca del lugar que ocupa el diseño hoy.
–¿Cuál es su experiencia con el diseño?
–Si bien en 1978 comencé a ejercer la docencia en la carrera de Arquitectura, desde 1991 soy profesora e investigadora en la carrera de Diseño industrial de la FAUD-UNC.
–¿Qué debe tener una pieza para ser considerada un buen diseño?
–Hay muchos factores que deben confluir: que la pieza responda clara y eficazmente al uso para el que está destinado y que la gente la incorpore en su quehacer cotidiano; que presente un aporte en términos de resolución tecnológica y/o de innovación tipológica; que brinde mejoras a la calidad de vida de los usuarios y/o constituya un avance en el compromiso con el desarrollo sostenible; y que sea un claro reflejo de las instancias histórico-culturales en la que surge, evidenciando el rol de su diseñador como intérprete de la realidad social a la que brinda sus respuestas.
–¿Existe una identidad en el “diseño argentino”? ¿hay un solo “diseño argentino”?
–Dejando de lado las "propuestas forzadas", considero que en Argentina se está generando un diseño que comienza a legitimarse y a mostrarse como resultante de la diversidad que existe en nuestro territorio.
–¿En Argentina el diseño es valorado socialmente?
–Considero que el diseño se está instalando paulatinamente en nuestra sociedad. De a poco, empieza a ser una variable a la hora de comprar un producto y a ser reconocido por los industriales como un condicionante de competitividad y de penetración en los mercados. En Córdoba esto puede ejemplificarse con las muestras de FIMAR (Salón del Mueble Argentino). En las primeras ediciones, el Salón del Diseño –parte de dicha muestra– era un universo de propuestas totalmente alejadas de lo que sucedía en el gran espacio de exposición que albergaba los productos de las diversas empresas. Hace unos años, las compañías empezaron a incorporar diseñadores y, consecuentemente, su producción adquirió otra impronta, con un fuerte impacto en el público.
–¿Cuál es la importancia de los archivos y las colecciones patrimoniales de diseño?
–Constituyen una parte importante del patrimonio histórico-cultural y brindan un panorama sobre el significado del diseño tanto a los profesionales como a los estudiantes de la carrera y la sociedad en general. En el caso del ejercicio profesional, porque amplían la cultura proyectual a través de líneas de referencia, fortalecen los criterios de valoración y posibilitan la integración de diversas sensibilidades. En el campo académico, porque fortalecen la valoración del mundo objetual cotidiano como un bien cultural, ponen de relieve la importancia sociocultural de la tecnología y afirman el rol del diseñador como mediador entre lo social y lo tecnológico para la resolución de problemas. Y, finalmente, en el ámbito social, porque contribuyen a consolidar en los ciudadanos una cultura tecnológica y reconocer al diseño como una manifestación histórico-cultural.
–¿Por qué sería necesario resguardar la memoria del diseño?
–Básicamente, porque es necesario conocer para valorar.
–¿Qué condiciones debería tener una institución para hacerlo?
–La voluntad, los recursos, el reconocimiento de todos aquellos vinculados a la disciplina y de los organismos públicos, pues, sin estos, es muy difícil mantener en pie las instituciones –salvo que se incluyan en otras ya existentes–. Un claro ejemplo de esto lo constituye el Museo Ingenium y Centro de Cultura Tecnológica fundado por el ingeniero y educador Aquiles Gay (Córdoba), que tras su desaparición y a pesar de la voluntad y el esfuerzo de su hijo, resulta muy complejo mantenerlo abierto con cierta continuidad sin respaldo económico.
–¿Por qué en Argentina, a diferencia del resto del mundo, casi no existen espacios museísticos que le otorguen un lugar al diseño?
–Porque a pesar de que ya en los años 50, con Tomás Maldonado, se instaló el concepto de Diseño industrial en nuestro país y comenzaron a dictarse las primeras carreras de Diseño, pasaron muchas décadas para que fuese reconocido como una disciplina. Del mismo modo, hoy aún cuesta instalar en el seno de la sociedad y de muchos gobiernos de turno que la producción de diseño, sobre todo la industrial, constituye también una manifestación histórico-cultural.
Sin embargo, como cordobesa, puedo decir con orgullo que nuestra ciudad es una privilegiada. Cuenta con dos centros museísticos dedicados a los objetos industriales, los que han trascendido más allá de nuestras fronteras. Uno, ya lo he mencionado, es el Museo Ingenium. Este alberga una colección única en el mundo gracias a la labor de su fundador, Aquiles Gay, Doctor Honoris Causa de la UNC y Ciudadano Ilustre de la ciudad de Córdoba por sus aportes a las ciencias tecnológicas, a la cultura y a la educación. El otro, el Museo Municipal de la Industria Brigadier Mayor San Martín, creado sobre una colección que testimonia la producción de la industria pesada en el período sustitutivo de importaciones y que pone en valor nada menos que la relación entre la producción, los oficios y la cultura del trabajo, que lamentablemente se ha ido perdiendo en nuestro país.
–¿Cuáles son los desafíos de la comunidad del diseño para el futuro?
–Fortalecernos en una concepción del diseño sustentada en dos dimensiones ineludibles: la social y la tecnológica. La labor de nuestros diseñadores debe centrarse en la realidad de la sociedad para la cual trabajan. Deben reconocer su idiosincrasia, el desafío que imponen las tecnologías y los recursos disponibles, y brindar respuestas que den cuenta de que su objetivo es mejorar la cotidianidad de la gente, con propuestas que adquieran significación para sus destinatarios y que no solo satisfagan búsquedas e intereses personales.


