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Lang: «La identidad del diseño argentino está bastante determinada pero muy pocos la pueden ver, ya que suele buscarse en la superficie y, en realidad, está en lo productivo, en un modo de hacer que nos distingue»

El coordinador del sector de Diseño del Mercado de Industrias Creativas Argentinas (MICA), Germán Lang, advierte sobre las consecuencias de pensar solo en la arista proyectual del diseño sin incluir concepciones como la economía cultural y del conocimiento ni generar espacios de gestión y de reflexión profesional.

Recibido de diseñador Gráfico por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA), Germán Lang es docente, mentor de proyectos creativos, consultor en políticas públicas y gestor. De perfil mutidisciplinario, y tras desarrollar dos etiquetas de indumentaria, volcó su experiencia hacia el campo de la gestión a través de la generación y la articulación de propuestas dirigidas a fortalecer el sector del diseño en iniciativas culturales e independientes, tanto en Argentina como en el resto de Sudamérica.
Convocado para responder el cuestionario de la sección «Opinión Experta» del primer Old&Newsletter del 2020, el también responsable de la Usina de Producción Cultural de la Universidad Nacional de José Clemente Paz (UNPAZ) analiza la producción y el accionar de los actores del diseño argentino desde un perspectiva integral, territorial y estratégica.

–¿Cuál es su experiencia con el diseño?
–Me formé en la FADU-UBA como diseñador gráfico, casa de estudio donde desarrollé durante 15 años mi carrera como docente en las materias de Morfología I y de Diseño de Indumentaria II.
La crisis social, económica y política del 2001 me llevó azarosamente a otra especialidad del diseño que no fue la aprendida y, en 2002, creé dentro de la Galería Bond Street Abre tu Mente, una marca de ropa para vestir la androginia de principios del siglo. Tres años más tarde, lancé mi segundo emprendimiento, Langg, para reinventar los clásicos que vestirían a hombres y mujeres hasta 2013.
Luego, llegó la creación de la primera Asociación Multidisciplinaria de Diseñadores Emprendedores Argentinos – Contenidos de Diseño – Asociación Civil y, posteriormente, la gestión cultural, donde el diseño de políticas públicas como coordinador del sector de Diseño en el Mercado de Industrias Creativas (MICA) me hizo recorrer el país en busca de la identidad del diseño. De manera conjunta a esta actividad, hoy desarrollo mi profesión como investigador en la UNPAZ, vinculado a varios proyectos de comunicación estratégica para las pymes y la economía social.

–¿Qué debe tener una pieza para ser considerada un buen diseño?
–Algo se convierte en un buen diseño cuando da respuesta a las necesidades de las personas, ya sea de carácter local o global, y mejora así la calidad de vida de un colectivo, es accesible y genera un impacto medioambiental positivo. Muchas de las piezas consideradas de “buen diseño” por lo general son estéticamente aceptables pero de un impacto poco positivo socialmente; estas suelen ser más un problema que una solución a nuestra forma de vida. El diseño debe adaptarse a la sociedad y no la sociedad al diseño.

–¿Existe una identidad en el “diseño argentino”? ¿hay un solo “diseño argentino”?
–La identidad del diseño argentino está bastante determinada pero muy pocos la pueden ver, ya que suele buscarse en la superficie y, en realidad, está en lo productivo, en un modo de hacer que nos identifica. Trabajar desde la precariedad de recursos, lógico de una economía emergente, hace que el ingenio de nuestros diseñadores sea potenciado al ciento por ciento, por lo que nuestro ADN está en cómo pensamos las ideas, con qué las ejecutamos y cómo las llevamos a cabo. En lo estético –o superficial–, nuestro diseño es tan variado como la identidad de cada región argentina. El diseño está atravesado por la cultura, por lo que hay tantas formas de producir diseño como manifestaciones culturales existentes en un territorio.

–¿El diseño es valorado socialmente en Argentina? ¿y por el Estado?
–El diseño que se produce en Argentina no está ciento por ciento valorado socialmente, pues en nuestro país este solo llega o es consumido por una minoría.
Aún el diseño aquí sigue siendo una cuestión de élite, a la que muy pocos tienen acceso, tanto en lo económico como en lo cultural, lo que hace que no logre masificarse a pesar de los años de historia con los que cuenta la disciplina. Esto podría darse por la falta de continuidad en las políticas de Estado que fomentan el consumo y/o difunden la producción nacional. El Estado debe estar más presente en la democratización del diseño, haciendo que llegue a todo el territorio, en principio, y luego al resto del mundo.

–¿Cuál es la importancia de los archivos y de las colecciones patrimoniales de diseño?
–La importancia es fundamental, ya que sin archivos de diseño no hay memoria; y, si no hay memoria, pareciera que el diseño siempre está viviendo un renacer. Es crucial contar nuestra propia historia del diseño y que sea tomada en cuenta desde lo académico (son muy pocas las horas cátedras que se destinan a indagar sobre nuestra historia del diseño), para después ser conocida y reconocida socialmente.
Constituir archivos y preservar las colecciones patrimoniales del diseño hará que dejemos de mirar hacia afuera y comencemos a mirarnos como generadores de nuestras producciones sensibles. El patrimonio hace que construyamos una idiosincrasia proyectual y productiva y, obviamente, una historia, una memoria y una identidad propias.

–¿Por qué sería necesario resguardar la memoria del diseño?
–El mayor valor de los pueblos está en la construcción y el cuidado de su memoria; si no somos capaces de generar nuestra historia colectiva, seremos más permeables a la colonización. Debemos tener conciencia de lo que se genera a partir de pensar, pensarnos, producir y expresarnos. La economía de la cultura y del conocimiento hoy es un gran diferencial en el progreso socioeconómico de los pueblos, por eso debemos atravesar la noción de que el único desarrollo posible es la producción primaria y pasar a poner en valor los ejes mencionados. Hoy el mundo está deseoso de nuevas ideas y, si estas no se resguardan o no se les da la importancia suficiente desde el Estado, serán apropiadas. La apropiación cultural por parte de las culturas dominantes es el gran peligro que se afronta cuando no resguardamos nuestro patrimonio y no visibilizamos la memoria.

–¿Qué condiciones debería tener una institución para hacerlo?
–En principio, debe tener una mirada plural y democrática que comprenda el diseño federal y valore todas las expresiones que se dan a lo ancho y a lo largo de nuestro extenso territorio.
No se debe centrar y concentrar solo en la producción generada en las grandes urbes. Debería ser capaz de abarcar la mayor cantidad de expresiones posibles. En esto es muy importante el trabajo que se viene realizando desde Fundación –I–D–A, ya que su patrimonio está conformado por una muy buena parte del diseño federal. Esto es fundamental, puesto que las lógicas proyectuales son tan diversas como modelos de enseñanza y de necesidades productivas se generan en Argentina. Y, por último, una institución de estas características debe contar con el apoyo del Estado para acceder a los recursos que implican la preservación y la recuperación de nuestra historia.

–¿Por qué en Argentina, a diferencia del resto del mundo, casi no existen espacios museísticos que le otorguen un lugar al diseño?
–Es una gran deuda que falta saldar, y la comunidad del diseño debe tomar conciencia de esto y demandar ante el Estado espacios que visibilicen lo que cada generación produjo.
Debemos ser capaces de construir ámbitos para democratizar la llegada a nuestra producción de diseño. Y, en esto, es importante que se piense estratégicamente y de manera mancomunada entre los actores que trabajan en torno al diseño, tanto desde lo académico, lo público, el tercer sector y la inversión privada. Si no se piensa de manera conjunta, será muy difícil de generar en un corto plazo, en momentos donde las necesidades del pueblo están en socorrer necesidades vitales. Es prioritario que el diseñador se entienda como un agente de cambio y se convierta en un militante activo de la profesión.

–¿Cuáles son los desafíos de la comunidad del diseño para el futuro?
–El principal desafío de la comunidad de diseño es pensarse como un sector, lograr el encuentro y el debate para generar figuras legales que reúnan a todos sus actores. Cada integrante de esta rica y valiosa comunidad debería destinar más tiempo a la gestión y al compromiso de concebir asociaciones perdurables en el tiempo. Por momentos, siento que se está pensando solo en lo proyectual. Hoy, es tiempo de involucrarse más en el desarrollo de espacios de difusión y visibilización del diseño que en la producción de nuevas piezas. Hace falta mucho más compromiso y responsabilidad social. Parte de este problema se arrastra desde la formación académica, donde la currícula se basa en resolver problemáticas proyectuales productivas y no destina tiempo a fortalecer otras áreas que atañen a la construcción de un sector fortalecido del diseño.