Flesler: «El diseño no cambió ni va a cambiar los problemas estructurales de nuestra sociedad en la medida en que no se articule de manera eficiente con políticas públicas de ampliación de derechos»
La docente, investigadora y coordinadora de la Unidad de Género de la Secretaría General de FADU-UBA aboga por la inter y la transdisciplinariedad para generar soluciones inclusivas, inteligentes y transformadoras.
Diseñadora gráfica y especialista en Teoría del Diseño Comunicacional por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Griselda Flesler es una de las máximas referentes a nivel regional en la vinculación entre género, diseño y gestión académica.
“Nada que ha sido diseñado (espacios, productos, símbolos, servicios) es neutral en cuanto al género. Cuando hablamos de violencia simbólica y de producción y reproducción de estereotipos, es importante entender que la arquitectura y los diseños son clave en la construcción de patrones socioculturales”, indica el texto introductorio de la materia Diseño y Estudios de Género de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU-UBA), de la cual es titular. Bajo esta premisa transversal, la también investigadora y profesora del curso de posgrado “Diseño, teoría feminista y estudios de género: una perspectiva teórica y crítica del diseño contemporáneo” lleva adelante proyectos de formación en ámbitos como la cárcel de Mujeres de Ezeiza, en el marco del programa UBA XXII, y la propia planta docente de la UBA.
Como coordinadora de la Unidad de Género de la Secretaría General de FADU-UBA, impulsó uno de los mayores logros de la universidad en los últimos años: su primer baño sin distinción de género.
Fue colaboradora permanente de la revista tipoGráfica en la sección “Archivo” hasta su cierre y, actualmente, es directora general del proyecto Public Voices, un registro sonoro colectivo de las marchas feministas en los espacios públicos latinoamericanos.
Ha brindado charlas en establecimientos de América y de Europa y publicó más de una decena de artículos sobre diseño y género en medios especializados. Coorganizadora de las “Primeras Jornadas de Diseño y estudios de Género” en el Instituto de Arte Americano de la FADU-UBA (2015), ha participado de numerosos encuentros y bienales nacionales e internacionales de diseño; entre estos, el Congreso DiSUR 2019, donde dio la conferencia inaugural.
En esta ocasión, Flesler participa de la sección “Opinión Experta” del Old&Newsletter de junio para reflexionar acerca de los cruces entre diseño, futuro y género.
–¿Se puede repensar o redefinir el futuro desde el diseño? ¿y las incumbencias del diseño desde la idea de futuro? ¿puede prescindir un concepto del otro?
–Seguramente pueda repensarse; de todas maneras, a mí no me interesa pensar “desde el diseño”. Nunca lo hice y, además, no me sale. La mirada que me interesa es la inter y transdisciplinaria. En este sentido, pensar desde las incumbencias me resulta una barrera que esteriliza el modo de encarar los problemas. Te marca la frontera de lo que estás habilitada o no a analizar o a proyectar. Por eso, para diseñar hay que mirar otros mundos y para proyectar futuro solo es posible con otros campos disciplinares.
Definir qué es patrimonio del futuro es marcar una agenda que señala qué es útil y qué es obsoleto y a mí me interesa analizar desde qué universo de categorías se parte para pensarlo. En muchas ocasiones, lo funcional a una idea determinada de futuro habla más del presente que de otra cosa. Yo soy bastante fan de la ciencia ficción y, si una lee al Ray Bradbury de Crónicas Marcianas, entiende más de la segunda posguerra que de un supuesto futuro. En ese sentido y tal como sucede en la ciencia ficción, en el diseño “del futuro” hay una agenda del presente. Y esa agenda nunca es inocente. No hay manera de pensar el futuro por fuera de las categorías del hoy: por fuera de nuestras condiciones de posibilidad no hay nada.
–¿Qué casos, personajes, productos o elementos de la cultura argentina e internacional podrían dar cuenta de una experiencia donde la idea de futuro resulte determinante?
–Alguien me dijo una vez que proyectar es confiar en el futuro, es querer rediseñar el mundo, entender —como diría Otl Aicher— “el mundo como proyecto”. Eso fue el proyecto moderno y ya muchxs se han ocupado de explicar por qué fracasó. Yo creo que la política y la ciencia son herramientas concretas de transformación. Solo con el diseño me parece que nos quedamos cortxs.
Lamentablemente seguimos con lógicas compartimentadas que no incentivan prácticas difuminadoras de los bordes disciplinares. Un caso para mí destacable es el de UBATEC y los proyectos de diseño que apoyan. Tal como se lo describe en su sitio web, es “una de las primeras unidades de vinculación y de transferencia tecnológica de la Argentina, dedicada a la prestación de servicios de gestión de la innovación, asistencia técnica, administración de fondos para la investigación, fomento de emprendimientos de base tecnológica y gestión de proyectos y programas orientados al desarrollo productivo”.
Cualquier proyecto que pueda reproducir esa lógica me interesa y me parece que habla del futuro que yo quisiera para las próximas generaciones. De todas formas, debo aclarar que yo soy bastante pesimista y creo que el futuro lamentablemente tiene una agenda que pide más vigilancia de las fronteras en todos los órdenes imaginables: sobre las disciplinas, las prácticas, los cuerpos y los espacios.
–¿Ha cambiado en el siglo XXI, con las nuevas tecnologías, modos de educar, habitar, consumir y relacionarse, la manera en la que se piensa el diseño?
–No he investigado acerca del tema y prefiero no responder desde el sentido común. Solo puedo decir que el diseño como lo entendemos hoy seguramente tenga unos cien años. El discurso del diseño en sus orígenes se sostenía en la pretensión de lograr una vida más fácil, más simple, funcional, eficiente. Hoy se supone que sería para lo mismo. Pero aquí estamos, aún habitando un mundo desigual, temeroso y vigilante de lo diferente e invisibilizador de las minorías. Seguramente, el diseño ha facilitado y contribuido a mejorar la vida de las personas, pero mi comentario tiene que ver con asumir que el diseño no cambió ni va a cambiar los problemas estructurales de nuestra sociedad en la medida en que no se articule de manera eficiente con políticas públicas de ampliación de derechos. Yo vivo en una ciudad en la que, a pocas cuadras, hace unos días murió una mujer de 42 años porque no tenía las condiciones básicas (agua, por ejemplo) para higienizarse y preservarse de un virus. Punto.
–¿Cómo es el diseño del futuro? ¿Qué hace falta tener en cuenta para fortalecer objetivos como la inclusión, la diversidad cultural, la equidad de género, el cuidado medioambiental, la salud y el acceso a la educación?
–Entiendo que el diseño que nos garantice un futuro debería contemplar estos objetivos. En principio, creo que la formación en diseño debería incorporarlos de manera más orgánica. En muchos casos, sucede que todavía se ven como “temas especiales”. En el caso de la perspectiva de género en diseño, que es a lo que yo me dedico desde hace más de 15 años, he observado cómo ha ido creciendo el interés por incorporarla en diferentes ámbitos, sin embargo creo que hay que tener siempre un ojo alerta para no caer en lo que usualmente se denomina como “pinkwashing”. Es decir, frente al interés en incorporar desde lo institucional la perspectiva de género (o estas transgresiones a la heteronormatividad, porque incorporar el feminismo siempre debe implicar un espíritu crítico y propositivo), sería pertinente explorar las tensiones partiendo de la siguiente pregunta: ¿existen límites y condiciones de posibilidad también en las prácticas de resistencia y de transgresión? Siempre existen límites en los desvíos porque también allí existen jerarquías.


