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De Tezanos Pinto: «No soy un acérrimo defensor de la tradición per se, de la repetición indiscriminada de imágenes, del enamoramiento de algunos ‘estilos’, pero sí me motiva pensar lo que podemos lograr situándonos en ella para crear un nuevo orden»

El arquitecto y diseñador Arturo de Tezanos Pinto analiza cuál es el grado de influencia del entorno, de las tradiciones y de otro elementos identitarios en la gestación de una idea.

Recién graduado de la Universidad Católica de Córdoba, el arquitecto Arturo de Tezanos Pinto (Jujuy, 1977) estableció en el 2001 la marca de mobiliario Usos, junto a su excompañero de facultad Carlos Ernesto Gronda. Su primera colección, Atada (2002), propuso una alternativa a la manera de pensar y de producir el mobiliario local: esta exponía la influencia de la cultura andina en muebles fabricados con maderas autóctonas, tientos y cueros trabajados a mano, pero de carácter contemporáneo.

Emplazada en San Salvador de Jujuy y en funcionamiento hasta el 2016, la firma apostó por la mixtura de conceptos locales con un diseño novedoso. Disruptiva para la época, equipó obras en diferentes provincias y participó en exposiciones de América, Europa y Asia, logros que “sumaron” a Jujuy al mapa del diseño nacional.

En 2017, De Tezanos Pinto decidió abocarse a propuestas integrales y fundó el estudio Atmosphera, con el que lleva adelante proyectos de desarrollismo, de arquitectura y de interiorismo con eje en el territorio y en sus posibilidades. Es así como, en cada instancia de trabajo, investiga los elementos identitarios para reformularlos y aplicar su carga semántica en las escalas macro y micro; un proceso que, si bien posa su mirada en las huellas de un lugar y en sus vínculos conceptuales, no deriva necesariamente en una estética ceñida a los cánones tradicionales.

Invitado a participar de la sección “Opinión Experta” del Old & Newsletter de julio, el arquitecto jujeño pone en valor su experiencia personal para reflexionar acerca de la articulación entre el diseño y la tradición.

–¿Se puede repensar o redefinir el diseño desde la tradición? ¿y la tradición desde el diseño? ¿puede uno prescindir del otro?

–Primero me gustaría contar lo que, para mí, significa la tradición ligada al diseño, a la arquitectura. Entiendo que los saberes propios de cada lugar, los formatos en los que se desarrollan las diferentes técnicas constructivas, los vínculos con su esencia, los patrones morfológicos, los usos y las costumbres, la memoria del terreno, en definitiva, ese Genius Loci del que tanto me gusta hablar, aportan un caudal de información fundamental para abordar un proceso de diseño: significan el verdadero génesis de lo que me gusta proyectar. Sin eso, sufriría enormemente el síndrome de la hoja en blanco.

No soy un acérrimo defensor de la tradición per se, de la repetición indiscriminada de imágenes y matices, del enamoramiento de algunos “estilos”, del ornamento que no cumple su función, de la zona de confort que esto puede suponer, sino que me motiva pensar lo que podemos lograr situándonos en ella para crear en nuevo orden, una nueva experiencia, lo que viene, el futuro.

No concibo la arquitectura sin este factor explosivo o "Big Bang" conceptual creativo que resulta de incorporar estos atributos a la idea generadora, a la fundación de la idea, que la convierten siempre en un nuevo patrón de diseño. El proceso surge de encontrar los puntos donde estos condimentos se amalgaman: de esta manera, el “Aleph” sensorial se convierte en el puntapié inicial para imaginar una propuesta integradora, consciente del lugar y el espacio que ocupa, sin restricciones creativas, las cuales posiblemente puedan devenir en arquitectura de vanguardia, de ciencia ficción tal vez, pero con las raíces suficientemente sólidas para convencer, conmover y emocionar al futuro habitante de ese espacio, es decir, a nosotros mismos.

El estudio de la huella es mi base de sustentación para crear nuevas formas, nuevos vínculos, nuevos formatos de expresiones creativas, siempre con una mirada contemporánea, donde cada idea cobra sentido y se transforma en el alma de cada proyecto.

Entonces, desde mi experiencia personal, apoyado en esta particular idea de entender la tradición, de respeto por la raíz de un proyecto, el proceso no puede estar disociado del resultado final. Para mí, diseñar integralmente consiste en permitirse profundizar este camino y llevarlo a otra dimensión.

–¿Qué casos, personajes, productos o elementos de la cultura argentina e internacional podrían dar cuenta de una experiencia superadora entre estos términos?

–Seguro existan muchos casos donde estas experiencias se manifiesten notablemente. Si bien soy muy curioso con todo lo que pasa en la actualidad, no soy un gran consumidor de publicaciones sobre arquitectura internacional, trato de no direccionar la mirada hacia lo que ocurre en otras latitudes. En cambio, sí busco inspiración, puntos en común, en películas en general y de ciencia ficción en particular, en libros, en documentales o en el arte. Cada vez encuentro más certezas acerca de que la arquitectura contemporánea se nutre de significado cuando el mensaje se evidencia detrás del mampuesto, en el cuento que escucho al ver una obra conectada, bien linkeada con su esencia.

Si tengo que nombrar a alguien, me gustaría remitirme a mi etapa de estudiante, donde hubo un arquitecto que llamó mucho mi atención: Amancio Williams. Pese a que entiendo que no fue un profesional muy prolífico si de obras construidas hablamos —aunque sus aportes teóricos fueron enormes—, recuerdo que solo al ver el proyecto de la Casa sobre el arroyo, imaginarme el contexto, la época del modernismo en Argentina, me conmoví. Esa obra forjó en mí una idea de la arquitectura que no había visto antes. La íntima comunicación entre la creación y el lugar; entre el espíritu del entorno y la simpleza de la morfología.

–¿Ha cambiado en el siglo XXI, con las nuevas tecnologías, modos de educar, habitar, consumir y relacionarse, el vínculo entre diseño y tradición?

–Esta relación siempre está evolucionando y, creo, es lo que me seduce de la tracción que existe entre ellas. Respetar una idea generadora basada en lo intrínsecamente fundacional utilizando alternancias tecnológicas y avances en materia de cuidados ambientales es superestimulante.

Por otro lado, en esta época tan peculiar que nos toca atravesar como aldea global, estoy seguro de que los proyectos tenderán a humanizarse, a cobrar una cierta escala amigable, donde lo más trascendente pase a ser la “experiencia” que uno vive en cada espacio, lo que cada lugar logre transmitirle. Y encuentro que esa magia resultante difícilmente pueda alcanzarse con ambientes inertes, carentes de vínculos, anacrónicos, casi asépticos.

Hoy nos toca presenciar un mundo que ha modificado las reglas aparentes de convivencia. Nos asusta pensar que tendremos que vivir de esta manera de aquí en adelante, pero, al mismo tiempo, nos alerta sobre las nuevas formas de relacionarnos y de transitar cada espacio, de la importancia de conservar un medioambiente óptimo para las próximas generaciones.

Entiendo el espacio como algo más que muros y cubiertas de techo: lo entiendo como una atmósfera necesaria para desarrollarse. Creo, entonces, que estamos inmersos en un proceso de cambio muy interesante donde nos pondremos a nosotros mismos como protagonistas.

–¿Cómo podría potenciarse este binomio para generar soluciones innovadoras que impliquen mejoras en tópicos como la inclusión, la diversidad cultural, la equidad de género, el cuidado medioambiental, la salud y el acceso a la educación?

–Potenciar la experiencia de vivir integralmente los espacios puede llegar a ser el camino. Diseñar lugares manteniendo una postura crítica con las diferencias que hoy sentimos, con la cabeza puesta en el otro, en el semejante: esto nos acerca como sociedad.

Particularmente, el mundo está reaccionando sobre las injusticias. La globalidad hace de este murmullo un alarido. La arquitectura tiene la obligación de levantar este guante en pos de transformar la vida de las personas, de dar soluciones prácticas a problemas complejos, de intentar resolver por medio de la función, de la morfología y de la optimización de recursos aquellos desequilibrios que sufrimos diariamente.

Creo que los proyectos que logran conmover, logran unir y logran promover el intercambio, en definitiva, terminan educando.