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Cambariere: «En Argentina, todavía al diseño se lo ve como algo frívolo, relacionado a las tendencias y las modas»

La escritora, gestora cultural y periodista especializada en diseño Luján Cambariere analiza el vínculo entre la sociedad argentina y el diseño, a la vez que expone sobre el poder de la disciplina para transformar la realidad.

Licenciada en Periodismo por la Universidad del Salvador y con un posgrado en Diseño de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, Luján Cambariere trabaja en la divulgación del diseño en medios gráficos, televisivos y radiales desde hace más de dos décadas. Actualmente, como curadora del Programa de Artesanado y de Diseño “Saber Hacer, Hacer Saber”, dependiente de la Vicepresidencia de la Nación Argentina, aborda el quehacer creativo y la cultura material desde diversas temáticas sociales.

En esta ocasión, la autora de El alma de los objetos: una mirada antropológica del diseño (Buenos Aires, Editorial Paidós, 2017) y Mastercraft: la importancia de trabajar con las manos y diez ideas para lograrlo (Buenos Aires, Editorial Grijalbo, 2018) participa en la sección Opinión Experta del Old&Newsletter de diciembre y da su punto de vista sobre la identidad en el diseño, el espacio que este ocupa en la agenda mediática y el impacto real que tiene en la cotidianidad de las personas.

–¿Cuál es su experiencia con el diseño?
–Soy periodista y curadora especializada en artesanía y diseño desde hace más de 20 años. Edito el suplemento m2 del diario Página 12 y creé y dirijo Ático de Diseño, una escuela dedicada a la disciplina, desde la que se desarrollan todo tipo de capacitaciones y talleres con técnicas y materiales diversos. Además, gestiono proyectos con poblaciones vulnerables y comunidades de artesanos que dan cuenta del diseño como herramienta de inclusión social. Con ellos, he participado en algunos de los museos y bienales más importantes del mundo, como el Malba (Buenos Aires); el Museu da Casa Brasileira, el Museu do Objeto Brasileiro, la Bienal de Curitiba (Brasil); el Museo de Arte Contemporáneo (Chile); el MAD Museum y la feria Wanted Design Nueva York (EE. UU.); la Biennale Internationale du Design de Saint-Étienne (Francia); la Bienal Iberoamericana de Diseño (España); el V&A Museum y la London Design Fair (Inglaterra).

–¿Qué debe tener una pieza para ser considerada un buen diseño?
–Me interesa el diseño en relación a lo humano, a lo social; la esencia de las cosas y no la tendencia. Por lo cual, mi parámetro radica en un diseño que sirva para proyectar un mundo mejor, un diseño que aporte una solución. Sobre todo, teniendo en cuenta el sinnúmero de necesidades –desde temas de salud, medioambientales, de convivencia– que nos aquejan a diario.

–¿Existe una identidad en el “diseño argentino”? ¿hay un solo “diseño argentino”?
–Como periodista especializada, esta ha sido una pregunta recurrente, por lo que dedico un capítulo de mi libro a responder el ADN al Sur del mundo. Esto, para mí, básicamente, tiene que ver con varias cuestiones: el mínimo recurso, que para mí es el máximo: la imaginación; el don de transmutar, transformar como en la alquimia, materiales ordinarios o descartados en valiosos; el comercio justo y la ecosofía, es decir, en vez de pensar que podemos proteger a la naturaleza, entendamos que somos parte de ella. Sin embargo, si tuviera que resumirlo en uno, nunca serían los materiales o las técnicas especiales de nuestro territorio, sino ese don de ser absolutamente recursivos.

–¿En Argentina el diseño es valorado socialmente? ¿y por los medios de comunicación?
–No, creo que todavía se lo ve como algo frívolo, relacionado a las tendencias y la moda. Cuando me toca explicarlo a un niño, uso el recurso de contarle que “desde una cuchara a un avión, pasando por el transporte o el instrumental quirúrgico, es diseño”. Recién ahí, las personas entienden el impacto social que tiene o puede tener la disciplina, y se dan cuenta de que conocen el uno por ciento de sus alcances y sus posibilidades. Por suerte, y aunque estén muy bien, el diseño es mucho más que hacer lindas mesas o sillas.

–¿Cuál es la importancia de los archivos y las colecciones patrimoniales de diseño?
–Me parecen de radical importancia, sobre todo, para las jóvenes generaciones de proyectistas y para los estudiantes. Saber lo que otros hicieron antes y aprender de ello es fundamental; más todavía en un mundo saturado de objetos, donde se necesita innovación genuina.

–¿Qué condiciones debería tener una institución para hacerlo?
–No es mi expertise justamente esta temática, pero entiendo que gente especializada y dinero, algo que es siempre crítico en nuestro país.

–¿Por qué en Argentina, a diferencia del resto del mundo, casi no existen espacios museísticos que le otorguen un lugar al diseño?
–Porque es una disciplina nueva, que aún no se la conoce tanto, y también por falta de recursos. No tenemos muchos espacios expositivos y, actualmente, ni ferias a nivel internacional dedicadas a la temática. Eso ya habla por sí solo.

–¿Cuáles son los desafíos de la comunidad del diseño para el futuro?
–Para mí, fundamentalmente, entender el verdadero alcance que puede tener la disciplina, ser serios, y trabajar en esa dirección. Es decir, bregar por un diseño y por más diseñadores empáticos y comprometidos, con menos ego, pensando en los demás y en lo que el mundo realmente necesita.